Por lo que se ve, ni el INE tiene la exclusiva en eso de cometer deslices informáticos, ni las cifras del paro en España son los únicos datos sensibles que aparecen y desaparecen misteriosamente de la Red. El diario Haaretz de Tel Aviv desvelaba que el Parlamento israelí, la Knesset, incurrió hace algunas semanas en el error de publicar en su web las identidades de altos oficiales del Mossad y del Shin Bet, que las leyes del país obligan a mantener en top secret.
La dosis de suerte que evitó el desastre es que, hasta donde se sabe, nadie vio a tiempo el memorándum sobre la reunión parlamentaria en la que habían participado esos oficiales, y en la que figuraban sus nombres. Lo que, sin embargo, convierte a este en un incidente preocupante para la seguridad nacional es que no es la primera vez que ocurre: el pasado año, otro lapso de la Knesset dejó al descubierto información confidencial sobre el desarrollo tecnológico de un nuevo sistema de defensivo. Tras el fallo, los operadores del sitio parlamentario en Internet fueron sometidos a un entrenamiento específico sobre el manejo de las informaciones reservadas, aunque a la luz de lo sucedido, parece que el curso no tuvo demasiado éxito.
La fugaz revelación de identidades de oficiales del Shin Bet y del Mossad se produce en un momento especialmente delicado para esta última institución, -el Servicio de espionaje israelí en el exterior-, que desde febrero se ha visto envuelto en un escándalo por el presunto asesinato en Dubai de un jefe de Hamás. La torpeza de exponer al acceso público tan comprometedores datos ha coincidido, además, con la crisis de inquietud desatada desde principios de abril entre las autoridades israelíes a raíz del caso de la ex militar Anat Kam. La joven filtró a un periodista 2.000 documentos del Comando Central del Ejército, -700 de ellos clasificados de «máxima seguridad»-, después de copiarlos en un CD, que el Shin Bet no encuentra.
En un país como Israel, obsesionado por su seguridad y donde funciona una censura militar, cada filtración indeseada es un patinazo que aumenta la vulnerabilidad del Estado. Una encuesta elaborada por el «Centro Tami Steinmetz para la Investigación de la Paz de la Universidad» de Tel Aviv mostraba ayer que el 82 por 100 de los israelíes es partidario de sancionar duramente a quienes transmitan información obtenida ilegalmente que «exponga la conducta inmoral del aparato de Defensa». Lo de la Knesset, seguramente, sólo se quedará en otro cursillo para sus informáticos.
FUENTE: LA VOZ DE GALICIA