El primer perro transgénico de la historia es, también, un perro fluorescente. Se trata de una hembra de sabueso clonado, se llama Ruppy (contracción de "Ruby" y "Puppy", es decir, "cachorro de color rubí") y tanto ella como sus cuatro hermanos son capaces de producir una proteína fluorescente que, bajo luz ultravioleta, brilla con un intenso color rojo.La camada fue "creada" por un equipo de científicos surcoreanos, dirigidos por Byeong-Chun Lee, de la Universidad Nacional de Seúl. Y se consiguió por medio de la clonación de fibroblastos (un tipo de células del tejido conectivo) de anémonas marinas y que son capaces de expresar un gen fluorescente de color rojo.Lee ya había trabajado junto al conocido investigador Hwang Woo Suk para crear, en 2005, a Snuppy, el primer perro clonado. Cabe recordar que muchos de los logros anunciados después por Hwang, como la clonación de células humanas, resultaron ser un fraude, aunque en el caso de Snuppy se ha demostrado que sí decía la verdad. Con este nuevo experimento se abre la puerta, por ejemplo, a la "fabricación" de perros transgénicos que ayuden a la cura de enfermedades humanas. Sin embargo, otros investigadores que trabajan con perros domésticos están menos convencidos de que se puedan extender esta clase de trabajos. En la actualidad, los perros ya se utilizan como modelo para enfermedades como la narcolepsia, algunos tipos de cáncer y la ceguera. Y tras secuenciar el genoma del perro también se han abierto las vías para la búsqueda de genes relacionados con un amplio abanico de enfermedades.
Pero el equipo de Lee ha ido más allá, y ha logrado crear un perro fluorescente. Para conseguirlo, lo primero que hizo fue infectar los núcleos de fibroblastos de un perro con un virus en el que previamente había insertado el gen fluorescente. Entonces transfirió esos núcleos celulares a un óvulo perteneciente a otro perro, del cual había extraido el núcleo. Tras una semana de divisiones celulares, los investigadores implantaron el embrión clonado en una madre de alquiler. El experimento empezó con 344 embriones implantados en veinte perras, lo que dio lugar a siete embarazos. Dos de los fetos no sobrevivieron y murieron a la mitad de la gestación, uno de ellos de neumonía. Pero los otros cinco están vivos, gozan de buena salud y han empezado ya a engendrar sus propias crías fluorescentes. A la baja eficiencia del proceso de clonación (sólo el 1,7 por ciento de los embriones llegan a término) se une también la dificultad de controlar el lugar exacto del ADN en el que "aterriza" el gen añadido de manera artificial. El equipo de Lee ha utilizado un retrovirus para transferir el gen fluorescente a los fibroblastos caninos, pero ha sido hasta ahora incapaz de controlar dónde el virus inserta el gen.
Para su trabajo con perros, los investigadores han adaptado un procedimiento que ya se ha utilizado con éxito en cerdos, vacas y otros animales. Pero la larga esperanza de vida de los perros y las peculiaridades de su ciclo reproductivo los hacen, en potencia, más útiles al ser humano que, por ejemplo, los ratones, especialmente a la hora de comprender los problemas relacionados con la infertilidad. "Creo que estos perros serán excelentes modelos para realizar nuestras investigaciones", afirma uno de los miembros del equipo. Lo dice, seguramente, sin tener en cuenta las reacciones negativas que pueden suscitar esta clase de experimentos en un animal que no en vano se conoce como "el mejor amigo del hombre".
Pero el equipo de Lee ha ido más allá, y ha logrado crear un perro fluorescente. Para conseguirlo, lo primero que hizo fue infectar los núcleos de fibroblastos de un perro con un virus en el que previamente había insertado el gen fluorescente. Entonces transfirió esos núcleos celulares a un óvulo perteneciente a otro perro, del cual había extraido el núcleo. Tras una semana de divisiones celulares, los investigadores implantaron el embrión clonado en una madre de alquiler. El experimento empezó con 344 embriones implantados en veinte perras, lo que dio lugar a siete embarazos. Dos de los fetos no sobrevivieron y murieron a la mitad de la gestación, uno de ellos de neumonía. Pero los otros cinco están vivos, gozan de buena salud y han empezado ya a engendrar sus propias crías fluorescentes. A la baja eficiencia del proceso de clonación (sólo el 1,7 por ciento de los embriones llegan a término) se une también la dificultad de controlar el lugar exacto del ADN en el que "aterriza" el gen añadido de manera artificial. El equipo de Lee ha utilizado un retrovirus para transferir el gen fluorescente a los fibroblastos caninos, pero ha sido hasta ahora incapaz de controlar dónde el virus inserta el gen.
Para su trabajo con perros, los investigadores han adaptado un procedimiento que ya se ha utilizado con éxito en cerdos, vacas y otros animales. Pero la larga esperanza de vida de los perros y las peculiaridades de su ciclo reproductivo los hacen, en potencia, más útiles al ser humano que, por ejemplo, los ratones, especialmente a la hora de comprender los problemas relacionados con la infertilidad. "Creo que estos perros serán excelentes modelos para realizar nuestras investigaciones", afirma uno de los miembros del equipo. Lo dice, seguramente, sin tener en cuenta las reacciones negativas que pueden suscitar esta clase de experimentos en un animal que no en vano se conoce como "el mejor amigo del hombre".
FUENTE: ABC
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